Dejemos de planear y comencemos a volar...

lunes, 6 de junio de 2016

Performance pre-meditado


Entre todo lo que ocurre, hoy fue un día. Un día de esos que, para racionalizar y objetivar lo ocurrido, es preferible no adjetivar, ni bueno, ni malo, mucho menos peor. Calificar, en días como hoy, es poco útil pues enfrasca y reduce la complejidad de los acontecimientos que permiten hablar del hecho. Es preciso reflexionar antes de actuar -en gerundio de ser posible, eso lo he aprendido a lo largo de este semestre de educación para la ciudadanía y la vida político-académica (curso gratuito involuntario al cual, por cierto, ni me inscribí pero me tuve que chutar presencialmente).
El punto tal es que hoy ha sido un día particular en el que, después de mucho pensarlo, el atrevimiento de solicitar la intervención de la autoridad de nuestra máxima Casa de Estudios en el problema, nos costará el doble de esfuerzos de recuperación que el mismo vuelo que "nuestra H. autoridad" nos dio el pasado viernes en nuestro primer encuentro. Aclaro los puntos para que me sigan en el diálogo.
En otras entradas he dado cuenta del álgido conflicto que se gestó a inicios de este semestre en el programa educativo en el que trabajo. Grilla, se le llama. Entre la grilla y las envidias embestidas de "una lucha por mis derechos laborales", los participantes de este programa tuvimos una serie de altibajos emocionales e intelectuales que acreditan enormes aprendizajes que, a veces, no son suficientes para arrancar de tajo la ingenuidad y, por qué no decir, la confianza en el Otro. De la problemática uno pasamos sin respiro a la dos y, enseguida a la tres. Ni siquiera hemos tenido tiempo de asomar la cabeza fuera del agua. Pero tenemos preparados los tanques de oxígeno en el fondo -o eso espero.
Así, ante lo que podríamos calificar de una injusticia organizada por algunas profesoras con todos sus derechos laborales -solo por ser de tiempo completo- frente a algunas profesoras de tiempo parcial que no tenemos más amparo que los documentos que nos acreditan como profesionales y nuestro trabajo y compromiso con el programa -no objetivable, a decir de una profesora "derecho habiente", nos incitó a ir directamente con el rector para solicitar su intervención. El jueves por la tarde no fue posible el diálogo, ni siquiera con la "muy amable" señora secretaria académica que se ofreció a escucharnos y, con un sin fin de disculpas, le pedimos nos agregara a la agenda para el otro día para hablar directamente con el rector.
Así llegó el viernes, más despabiladas después de la encerrona en el coliseo de la psique -conocido por la legislación universitaria como consejo académico-, un coliseo que efuzcó a varias de nosotras. El viernes nuestra máxima autoridad se mostró humano y académico, como es él. Escuchó, a veces consternado y preocupado, otras con cierto humor, lo que teníamos que decir. Claras, sin chismes, sin vericuetos, con evidencia de nuestro trabajo y compromiso, expresamos abiertamente que los colegas de la facultad que nos "cobija" (o asfixia habría que decir) denostan nuestro trabajo, "están hartos de nosotros", nos tachan de conflictivos, en suma, no respetan las formas de trabajo que este nuevo programa educativo intenta construir fuera del alcance de los usos y costumbres -bastante anquilosados- que tiene la facultad. Cuando atinan es historia y no podemos olvidarnos de ella, aunque no sirva para aprender. Cuando ella no basta, voltean y coquetean con la democracia y, si esta evidencia posturas contrarias a las requeridas -como una mayoría de votos en contra de las ordenanzas- entonces sí, vamos a la norma y la ley. Según convenga, ellos vienen manejando una baraja de artimañas y cada vez más demuestran la capacidad de superarse a sí mismas en sus vilezas. Según Luhmann -que se nota no han leído- cuando la confianza se acaba, se impone la norma. Quizá sea el caso en el que nos encontramos.
Ese viernes, nuestro rector brindó mano y extendió su compromiso con respaldarnos. La historia fue otra el día de hoy lunes después del medio día. Ahí tuvimos cita con el funcionario y el político, igual pragmático, pero no con la apertura que mostró unos días atrás. La sorpresa fue tomar cautela, no olvidar que ante todo él representa la máxima autoridad, así nos lo hizo saber en cuantiosas ocasiones. Por su parte, el director de nuestra facultad, que también estuvo presente en la reunión, estaba pasmado. Se veía de mil colores, con los músculos de la cara tensos y sin expresión favorable, sus manos se deslizaban de un lado a otro entre sus piernas, sus pies parecían no encontrar postura cómoda para permanecer sentado y, sin embargo, lo logró. Estuvo sentado el mismo tiempo que nosotras, mientras mis compañeras hablaban y yo hacía etnografía. Él no daba crédito a lo que oía, nosotras intentábamos mantener toda la dignidad y la elegancia que tres académicas jóvenes y comprometidas pueden tener. El rector deslizaba sus dones de precisión (¿con directiva se refiere a autoritaria?), así como plácidas aclaraciones acerca de conceptos sociológicos (la autoridad sirve para ejercerla ¿no?).
Basta decir que después de una hora y minutos, las tres bellas mosqueteras salimos impávidas. Transparentes y blandengues también son adjetivos útiles para describirnos en aquella escena bajando las escaleras de rectoría. No dimos crédito a lo que ocurría. La vejiga y, quizá los nervios, nos jugaron chueco al levantarlos de la silla y dirigirnos a la salida, agradecer con una sonrisa en el rostro y un apretón de manos muy efusivo la escucha "atenta" y el tiempo "rectoral" concedido.
-¿Tienes tiempo ahora de hacer recuento de lo ocurrido?
- Debo avisar en casa, quizá sí.
- ¿Cómo viste?
* Silencio sepulcral por los siguientes treinta segundos...
- Estoy pensando, caminemos. Tengo unos minutos.
- ¿Es una persona distinta la de hoy que la del viernes, o es solo mi percepción?
- No, coincido. Es alguien diferente. ¿Pues qué pasó? Quizá tuvo tiempo de pensarse mejor el costo político que pudiera tener pero ¿qué se está jugando detrás?
....
Y así proseguimos nuestro caminar hasta intentar racionalizar con total claridad y echando mano de todos nuestros saberes conceptuales, teóricos y empíricos acerca de la política, el poder académico y las limitaciones informales que se presentan en interacciones estratégicas como la de hoy. Después de mucho darle vuelta, entre que sí son peras o son manzanas, puedo advertir lo siguiente.

1. Definitivamente la postura del rector de hoy, es una postura mucho más política que la del viernes. Es lógico, no podíamos esperar llegar a escena con un performance libre, nosotros fuimos las únicas ingenuas que se lo creyeron. Más bien, el guión estuvo trazado desde el viernes que abandonamos los aposentos de la autoridad y se confirmó después de "charlar con alguien de psicología que se expresa muy mal de nosotros" (léase el programa educativo en ese nosotros). Hubo un performance cuyo guión estuvo pre-meditado. Ese no es el problema, el punto es: en adelante ¿cómo nos tocará actuar? Estratégicamente, es una respuesta viable.

2. También está la posibilidad de que la autoridad máxima le dijera a "Juan" para que "Pedro" escuchara, y así, "Pedro" haga lo que en radio pasillo dicen que no está haciendo. En otras palabras, la potente regañada que emitía el señor rector no era para nosotras, él simplemente cedió el micrófono para que la otra "autoridad", el señor director, pudiera ser testigo presencial de que su ausencia de carácter ha acarreado un sin fin de problemáticas en el seno de una facultad que no logra conciliar intereses de dos programas educativos de diferentes naturalezas. Quizá las buenas intenciones de homogeneizar y centralizar las operaciones administrativas del establecimiento, o de mantener el orden y el control impuesto por la norma y no por la filia, cualquiera de estas dos opciones son parte de las acciones que están en juego.

3. Eso implica que si el regaño era para un tercero que, además, a nosotras no tenía por qué regañarnos, nuestro papel debe ser "frente en alto", las batallas se conquistan con paciencia. No hemos hecho nada mal, solo recurrimos a lavar la ropa que en casa no nos han dejado lavar y, por supuesto, la llamada de atención entre las autoridades tendría que ser respecto al no ejercicio de la autoridad por parte de uno, mientras que otra ha abusado de ésta. Como sea, el son está en las cuerdas. Ya no hay vuelta atrás, ahora habrá que ver cómo se resuelve el conflicto entre los frentes.




miércoles, 25 de mayo de 2016

Por los amores

He de decir que tengo varias, muchas en realidad, entradas pendientes en espera de que les dé la última revisada y estén listas para ver la luz.
Antes de que eso suceda, porque estoy aquí de pasadita, compartiré un bello poema que una querida amiga compartió conmigo adjuntando este mensaje:

"Estaba leyendo a un tal Julio y me acordé de su amor, besos a ambos"

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca,
voy dibujándola como si saliera de mi mano,
como si por primera vez tu boca se entreabriera,
y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar,
hago nacer cada vez la boca que deseo,
la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara,
una boca elegida entre todas,
con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara,
y que por un azar que no busco comprender
coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo
de la que mi mano te dibuja

Este texto lo compartió conmigo a través de Whats App a principios de este mes de mayo, por la noche. Lo leí y me re-enamoré del hombre que cuida mi sueño y deslumbra mis atardeceres.
Luego, ayer martes por la tarde, después de saludarnos y hacernos las preguntas de rigor (¿Cómo estás, qué gusto leerte! Muy bien amiguita, aquí acordándome de ustedes nuevamente. Súper, nosotros también las recordamos seguido, sobre todo cuando hay música con luces. ja ja ja esa Lu es incomparable, mi hija tan bella. Claro que sí, no solo por eso sino por sus amorosos abrazos también :) Mi querida casi-amiga (que me vea la Cha.. y verás la cara que pone). jajaja Haz de cuenta que la escuché decirnos -Resentidas- jajaja. La madre naturaleza nos perdona, me encontré otra fotito con unas palabras bien bonitas dedicadas para ustedes dos que se aman tanto. Gracias Yan, siempre tan linda tú. Aménse mucho.), me adjuntó una imagen que decía:

Te quiero como para invitarte a pisar las hojas secas
una de estas tardes. Te quiero como para salir a caminar,
hablar de amor, mientras pateamos piedritas.
Te quiero como para volvernos chinos de risa,
ebrios de nada y pasear sin prisa las calles.
Te quiero como para ir contigo a los lugares que más frecuento,
y contarte que es ahí donde me siento a pensar en ti.
Te quiero como para escuchar tu risa toda la noche. Te quiero
como para no dejarte ir jamás. Te quiero
como se quiere a cientos de amores, a la antigua,
con el alma y sin mirar atrás.
Jaime Sabines

Son versos bellos que mi amiga comparte conmigo y con J de la misma manera. Para ella, estos versos le recuerdan a nuestro amor, un amor que ella mira como algo bello, primoroso y que me ha insistido, siempre en corto, cuidar sobre manera. Me parece un acto tan gentil y amoroso, sobre todo después de que ella atravesó, pocos meses después de nuestro casorio, una difícil, muy difícil ruptura matrimonial que no creí salvo porque ella misma me lo contó. Fue sorprendente pues, mientras estudiábamos la maestría, conviví mucho con ella y su ex; ella siempre reconoció que fue difícil el primer año y, particularmente, Yan asumía gran parte de la neurosis generada, mientras que Nick parecía un tipo tranquilo y que la amaba demasiado. Luego llegó Lu, para iluminar sus noches y desbaratar sus días. Ya casados J y yo, fuimos a la fiesta que le organizaron a Lu por su primer año, que también fue su bautizo. Meses más tarde, la familia junto con otros dos amigos muy queridos nos visitaron en casa, asamos carnes, compartimos vinos y largas charlas como antes. De tal forma, que unos meses más tarde me enteré, por voz de Yan de lo acontecido, suceso que además de sacarme un llanto sincero, me mantuvo durante, al menos una semana, con la pregunta del millón "¿pues qué pasó?". Obviamente no pedí detalles, ella tampoco me los dio en ese momento... o no lo recuerdo. No era necesario, yo solo quería que ella estuviera bien.

Tiempo después, ellas, madre e hija, han estado bien. Hace unos meses ellas y otras dos muy queridas amigas nos visitaron en casa y fue fabuloso. Compartimos vino, en menor cantidad porque ahora nos hace los estragos que antes no provocaba la uva fermentada, pero también nos compartimos de la forma en que las mujeres sabemos hacerlo. J fue un excelente anfitrión.

Y bien, después de ello estos dos mensajes de mi querida amiga han sido luz. Me parece un acto extremadamente dulce el hecho de que alguien, pese a su dolor a causa del amor de pareja, pueda ver y gozar con otros las bellas mieles de la vida. Agradezco por ello y me regocijo en el hecho de que no es la única que ve en nosotros amor brotándonos por los ojos. Seguramente algo hemos de estar haciendo bien. De cualquier forma, los consejos de mi querida Yan los atesoro con el alma, aunque me cuesta trabajo no ser tan histérica.


*nos seguimos, nos leemos.
Dieando: esta esquina acalorada no ha logrado que me olvide de mi estómago vacío, así que en unos segundos más, correré a comer algo.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Esta va por mí ¡salud!

En mi última entrada les comenté que me iría de viaje nuevamente. Después de China y mi aterrizaje forzoso en Puebla previo mi arribo a casa, debido a otro compromiso académico, pues me fui a Chihuahua (léase con acento shihuahuense). Entre las clases y veinte mil compromisos en los que me meto, después de esto necesito vacaciones. Y pues me llegaron adelantadas. Bien dicen "pide y se te dará".
Todo comenzó con un dolor incómodo en el estómago, que yo le atribuí, mientras estuve en Chihuahua, al consumo de carne -a todas horas y en múltiples presentaciones-, la poca ingesta de frutas -salvo en el desayuno, y las largas horas nalga escuchando ponencias tras ponencias (a eso se va a un congreso ¿no?). Por las noches me sentía inflamada del estómago y claro, la lógica me decía que era la suma de todos mis andares. A ese malestar hay que agregarle un ligero ardor al momento de orinar. Sí, eso mero, después de los cientos de baños que visité en China, en Puebla y en Chihuahua era lógico que alguna bacteria decidiera incubar, por qué no, en ese lugar.
Afortunadamente, lo digo ahora, mi cuerpo me puso un alto hasta que volví a casa. Llegué el sábado por la noche a mi hogar, muy dispuesta a no moverme nunca más -obvio no, al menos hasta las vacaciones de navidad. Después de un baño reparador, una rica cena con mi esposo y una larga charla, desplegué todo mi cansancio en mi cama. El domingo por la mañana, cuando desperté, sentí un ligero dolor en la espalda -dormí chueca, pensé. Me levanté al baño, el ardor persistía, así que decidí enviarle un whats app a mi ginecólogo. Al cabo de unos minutos respondió -toma el tratamiento como acordamos y me avisas, te veo en la semana. Volví a dormir, o al menos lo intenté, pues el dolor de espalda, por más que me estiré y del masaje no cesaba. Al contrario, parecía que cada vez se intensificaba más. Decidí entonces marcarle al médico y contarle mis síntomas. Agregó un par de pastillas al tratamiento y me indicó comenzarlo de inmediato, la cita de la semana se cambió para el día siguiente a primera hora. Más tranquila, al menos de mente, volví a despegarme de la cama pero el solo hecho de intentar mover mis piernas hacia el suelo provocó en mi costado derecho el dolor más profundo, agraviante y desastroso que jamás sentí. Algo me pesaba en el interior y provocaba la ruptura de mi cuerpo por la mitad. Intentar girar mi cuerpo hacia cualquier lado derivaba en cientos de lágrimas que corrían por mis mejillas. Todo fue tan rápido que perdí noción del tiempo.
Esta vez fue mi esposo quien le marcó al doctor, -Tiene un dolor muy intenso en la espalda, no puede moverse.... (silencio)... Ajá, de acuerdo, son las doce... (silencio)... en una hora en su consultorio... (silencio)... el riñón, bien, entiendo (silencio)... gracias ahí nos vemos. Y colgó. ¿El riñón? ¿Acaso escuché bien... eso quiere decir que... la infección se fue al riñón o qué?... Entre el dolor y la incertidumbre mi cerebro estaba que explotaba. -Ven te ayudo a pararte, te tienes que bañar, vamos a ver al médico en una hora en su consultorio, -no puedo, me duele, -sí puedes, yo te ayudo, ven agárrate de mí. Y así comenzó la odisea de una convaleciente. Cada minuto que pasaba era como clavarme un cuchillo más en la espalda, llegó un punto en donde comprendí que mantenerme inmóvil y casi sin respirar era lo más prudente que podría hacer aunque difícil de lograr. Hicimos una pequeña maleta, por si las dudas, me dijo él. Entendí que el médico le había dicho que probablemente me tendrían que internar (¿me tendrán que operar de algo?, no sé... mejor no pregunto y espero). Bajar del dormitorio hasta el automóvil fue una batalla épica que logré solo por mero orgullo, obviamente no sin llorar cual niña por su caramelo. Aunque prometo que el dolor de riñón es tan fuerte e inexplicable, que mis lágrimas, derramadas muy en silencio, eran poco comparado al calvario por el que atravesaba.
Total que ya en el carro, mi esposo reclinó el asiento "para que vayas más cómoda" y tomamos camino de casa hasta el consultorio. A mí me pareció eterno, supongo que a él también. Hubo momentos en los que sentí desfallecer, si no llegué a tal drama fue solo y exclusivamente porque él me tomó de la mano en cuantiosas ocasiones y me dijo -tranquila, estoy contigo. Más que apaciguar mi agonía, supe que pasara lo que pasara estaba bien protegida. Llegamos al consultorio, esperamos unos minutos y cuando el médico y yo cruzamos miradas inmediatamente nos dijimos lo que ambos ya sabíamos pero habíamos callado (yo: sí, estoy de la chingada; él: te lo advertí, la infección se fue al riñón.)
Lo demás fue trámite, ingresarme al hospital. Calmar mi llanto y ocultar mi dolor para no ser tan egoísta con quien me acompañaba. Las pruebas de rutina, las preguntas del millón (¿se tiene que quedar? ¿va a estar bien? ¿y cuánto va a costar?) y la asignación de un cuarto.
Estuve internada tres días, desde el medio día del domingo hasta las 5 de la tarde de miércoles. La comida, de lujo. No sé por qué la gente se queja de la comida de hospital, ¡ah quizá porque no es privada como la mía! Las enfermeras, la mayoría, como todos cuentan, despreocupadas, con poco tacto, toscas hasta para despertarte en la madrugada y olvidadizas. Las amenidades bastante cómodas para ambos. La compañía maravillosa. El doctor poco atento también, al final terminé cambiándolo porque cobró hasta por el aire que respiré -me salió más caro él que la internada- y solo se apareció el domingo que me internó y el miércoles que me dio de alta. Las visitas, porque también fui afortunada al tener visitas, espléndidas. Llevaron sonrisas, bromas y buenos deseos de pronta recuperación.
Mi estancia en el hospital, si bien no es algo que anhele repetir, me sirvió para repensarme y atenderme. Para ponerle una pausa a lo urgente y dejar tiempo de calidad para lo importante. Fue el necesario stop al torbellino de compromisos en los que estoy metida. Ni modo, a veces uno es lo suficientemente necio como para requerir medidas drásticas como estas. Nadie, absolutamente nadie, ni mis padres y mucho menos mis amigos, me dijeron "te lo dije, ya bájale, estate quieta", nada, ni una palabra de reproche. Por el contrario, solo tuve muestras de amor y de cariño, recibí sus oraciones bondadosas y sus anhelos de que pronto estuviera de vuelta en el rodeo.
Agradezco infinitamente a todos por estar en esos momentos conmigo. Especialmente a mi esposo, a mi maravillosa bendición, me cuidó, me atendió, estuvo conmigo en ese sillón incómodo velándome el sueño y cuidando el suero. No solo por eso. También por mostrarme su bondadosa paciencia y su amor infinito en todo momento. Entonces sí, esta va por mí.

*nos seguimos nos leemos...

sábado, 7 de noviembre de 2015

Una mirada hacia el oriente...


Lo he dicho en otras ocasiones, siempre quise un trabajo que me permitiera viajar. No sabía exactamente a dónde, o por lo menos no agoté la lista de lugares por visitar, yo solo quería viajar mucho desde niña. Quizá porque siempre fue y ha sido una enorme influencia en mi familia eso de viajar, que no tendencia. Pero sí, mi abuelo ha sido un viajero, por trabajo tuvo que recorrer un sin fin de lugares en el sur, centro y bajío del país para llevar manutención a la familia. Él siempre me ha contado que viajando en su gran camión (como chófer de éste) conoció muchas personas, probó muchos sabores, sufrió varios calores y fríos, pero sobre todo aprendió mucho de sí mismo y de su país. A mí me sorprendía enormemente, y me sigue pareciendo maravilloso, que una persona sin escolarización muy avanzada -solo lo básico, leer y escribir como se acostumbraba antes- pudiera encontrar tanta riqueza social y cultural en sus viajes. Ahora puedo definirlo como el aprendizaje que a lo largo de su vida logró abstraer de un sin fin de espacios informales. Eso es una mera definición con la teoría, en la práctica lo cierto es que él es un hombre muy inteligente pues no se limitó a lo que un establecimiento pudo darle o no.
OtrO viajero incansable ha sido mi padre. Desde chica él, por cuestiones de trabajo, viajó a varios lugares. En muchas ocasiones nos tocó quedarnos al cuidado de mi madre. En otras, ella también lo acompañó. Mi madre, de igual forma, es una viajera nata. Recuerdo que agarraba a sus tres chamacos, se subía al camión y ponía indicaciones muy claras -Tú tomas de la mano a tu hermanito, y tú te agarras bien de mi falda, prohibido soltarse o despegarse ¿queda claro?-. El tercero, por ser el más chico, aunque el más pesado, le tocaba ir en brazos. Mi hermano y yo dependíamos de nuestra atención y la fuerza de nuestras manos. Así, esta cadena humana andaba por el metro de la ciudad de México, de lado a lado, sin miedo, sin dudas, con la templanza de una madre que tiene un rumbo fijo. En fin... motivos para considerarme una viajera per natura, me sobran.
Además, soy amante del kit completo: las fotos, conocer personas, saber leer mapas y ubicarme correctamente, darme a entender para encontrar lo que busco, caminar hasta perderme, viajar ligera.
A mi edad, puedo considerarme con hartos kilómetros recorridos. Evidentemente no le pongo fin, por el contrario, pienso que recién me inicio. Justo hace unos días aumenté varios cientos de kilómetros en el recorrido por el mundo. Visité un país por demás sorprendente en todos los sentidos. Si antes ya había estado en el fin del mundo, ahora me tocó echar una miradita al otro lado del mundo en el futuro... sí, por unos instantes estuve en el futuro respecto de mi país. Mientras ellos dormían yo, al otro día, ya estaba de parranda, cuando ellos se disponían a ingerir sus alimentos del medio día, mis pies pedían tregua para reposar un rato antes de volver al trote... Visité dos bellas ciudades del país más poblado del mundo, China.



Todo empezó como una moneda al aire, de esas que se echan entre cuates. Así, entre colegas dijimos -¿Y por qué no? Igual y nos aceptan el trabajo y nos vamos a China- así nomás quedó. Total que hicimos el resumen, tradujimos el documento, nos llegó la confirmación -No pues que sí nos aceptaron, Va pues lo que sigue-, trabajamos el documento in extenso, y luego pues ya, nuestra suerte estaba echada. Siguió el trámite de la visa (ignoraba completamente que China pidiera visa para ingresar a su territorio) y luego la gestión de los recursos económicos, si no pos con qué... Que sí, que no, pues nos vamos con nuestras maletas llenas de incertidumbre y vestidas de emoción. Y así el lunes 19 de octubre partimos del aeropuerto de la Ciudad de México rumbo a Beijing en un viaje de más de 18 horas, con una pequeña escala en San Francisco. Cabe mencionar que "las mexicanas" fuimos realmente recordadas por los chinos. Uno porque, según ellos, somos súper divertidas -léase aquí escandalosas-. Dos por nuestra dispersión y poca capacidad de atención -somos impuntuales y si nos dicen que a la sala B nosotros vamos primero al baño. Tres, porque somos muy sociables, con todo mundo charlamos aunque recién nos hayamos topado con él o ella -esto significa que preguntamos todo, hablamos hasta por los codos. Y, cuatro, porque nos caracteriza nuestra capacidad multifunciones a todas horas -mientras comemos en realidad charlamos y reímos, cuando vamos en un recorrido tomamos fotos, enviamos mensajes, tomamos agua y descansamos, todo menos lo que tendríamos que hacer. En fin, eso y otras cosas fueron características con las que cargamos, cual letreros en la frente, los días que estuvimos por allá. Sin duda hubo muchos que nos amaron, les parecíamos tan extrañas, nuestros ojos tan grandes y la gran cantidad de pelo que tenemos en la cara -particularmente en los ojos y, por qué no, hasta en el bigote.


Los primeros días estuvimos en Tianjin, una ciudad portuaria muy importante en el país, con enormes edificios modernos y pequeños barrios con casas estilo inglés. Lluvia y frío de 5 grados fue el recibimiento que tuvimos. La maleta de una compañera decidió, por qué no, quedarse a recorrer el centro de equipaje del aeropuerto de San Francisco y encontrarse con su dueña dos días después. A nosotras, por la cuestión de ahorrar el poco recurso con el que contábamos, pues se nos ocurrió que a parte de no conocer ni pifas de chino pues hacer reservación en un conjunto de apartamentos administrados por una familia de cantoneses, en un lugar ubicado quién sabe en qué parte de la ciudad pero muy cerca de la Tianjin Normal University. Y, por supuesto, también fuimos tan brillantes que para ahorrar peso de idea, que pensábamos recuperar en el regreso con cientos de cosas chinas, pues las chamarras y suéteres estaban demás, total que allá está el sol tan brillante como acá. Así nos fuimos, con muchos sueños y un ciento y pico de risas. En la presentación de nuestro trabajo nos fue muy bien, fuimos la sensación. El diálogo se puso interesante, mi inglés oxidado en realidad no lo estaba tanto, el último día gozamos de un sol que, aunque no lograba calentar demasiado, al menos sí nos dejó tomar fotos más cálidas. Tianjin fue la perfecta preparación para la enormidad que nos esperaba en Beijing. En Tianjin logramos resguardarnos y hacernos de recursos preparándonos para la comunicación a base de señas, sonidos y risas; para los golpeteos en la calle sin esperar disculpa, para los soniditos mezquinos durante la comida, para la oferta gastronómica variada en vegetales pero monogustosa; y para las intromisiones en las filas.


Obligadamente fuimos a la gran (en verdad GRAN y FABULOSA) muralla China. Decidimos, por qué no, aventurarnos a recorrer el camino del guerrero (somos mexicanas y bien chingonas), que se ubica al norte de Beijing y resguardaba a la ciudad de la frontera con Mongolia. El camino del guerrero tiene una longitud de 2.5 km hacia el oeste y 5.5 km hacia el este con una inclinación de 800 metros (65 grados para que quede más claro). Muy corredora y todo pero me costó al menos unas 8 paradas para tomar aire llegar a la última torre del lado oeste y otras tantas cruzar hasta el lado este. Al final las piernas me temblaban, sentí que moría pero lo corrido ya nadie me lo quita. Subir esa muralla fue recorrer mi vida en una hora. A veces estás acompañado, a veces te toca solo. Hay ruido, hay cansancio, hay retos y también satisfacción. De todo un poco. Frío y luego calor. Luego fuimos también a las minas de jade, a la casa del té, al estadio olímpico llamado "Nido", recorrimos gran parte de la ciudad en auto -con una guía claro, fuimos al mercado de la seda y finalmente a nuestro apartamento -en donde ahora sí hablaban inglés.


Los días en Beijing transcurrieron plagados de gente, de olor a soya, de reglas estrictas, de viajes en el enorme pero muy barato sistema de metro y de largas, en verdad muy largas caminatas desde el amanecer hasta casi la media noche. Mi paladar se deleitó en más de una ocasión, los dumblings fueron la cosa más extraordinaria que probé junto con unas deliciosas manzanas verdes del tamaño de un nanche, así como las chinese tortas, chinese tamales, chinese arroz, chinese todo lo que se nos pusiera en frente. Aprendí que uno de los motivos por los que se conservan tan delgados pese a que su comida está altamente saturada de cloruro de sodio y grasas es por el té. Delicioso en su presentación natural, no en bolsitas como lo tomamos acá, sino la hierba fina que producen allá. También las clases de moda estuvieron sensacionales pues las chinas utilizan sacos y mascadas de todos los colores y en un sin fin de presentaciones; tiene accesorios variados y súper cool, como sus sombrillas o las bolsas de mil formas. Me enamoré de varios de sus sacos y logré traerme dos. En el metro, como acá, la gente corre, siempre de prisa. En la calle la ley del más fuerte también está presente, primero autos motorizados del más grande al más pequeño, luego motocicletas -que hay por montones- y, enseguida, bicicletas que brotan hasta por los árboles. Al final de esta lista de salvajismo urbano, los transeúntes. Así que por favor fíjese en no obstruirle el paso a nadie. Eso sí, sus banquetas y vías son enormes. De cuatro a cinco carriles para automóviles, uno destinado al transporte público, luego un carril más pequeño para motocicletas y bicicletas, al final banquetas tan anchas como para estacionar un carro. Además de unas muy bonitas jardineras y espacios para kioskos literarios, paradas de camión, entradas al metro, botes de basura y carriles de acceso a débiles visuales. Todo eso en esa enorme ciudad. Aparadores adornados con gatitos -nunca entendí por qué; edificios tan altos que alzar el cuello resulta en un dolor poco placentero; letreros luminosos por todos lados, música hipnotizante, olor a soya y a frituras chinas, parejas de leones guardianes protegiendo las entradas de comercios, grandes lámparas rojas colgando de los restaurantes y bellas pagodas doradas en los espacios más conservadores de la ciudad.
En Beijing un recorrido obligado es la Ciudad Prohibida, sus bellos parques dedicados a los cuatro elementos naturales, el Mausoleo de Mao Tse, todo por dentro y por fuera. Por favor si usted va, no sea tan ingenuo como nosotras y crea que en un día puede ir a dos o tres lugares a la vez. Destine un día entero para cada atracción. Tome en cuenta que la ciudad es enorme y aunque el metro es rápido, las distancias son considerables, no es usted el único que esperará para entrar a los lugares -y tomando en cuenta que las filas no existen allá, pues deberá recargarse de paciencia o cerrar filas como nosotras para evitar que se cuelen la menor cantidad de chinitos posibles. Un pequeño ejemplo, para entrar a la ciudad prohibida, nosotros arribamos al 10 para las 9 de la mañana y logramos ingresar casi a las 10, una hora después. Cuando llegamos había, por lo menos, 100 personas delante de nosotros. Luego, para cruzar de un lado a otro y recorrer enteramente los espacios de este lugar, pues caminamos durante 4 horas sin parar y aún así no alcanzamos a mirar todo. Eso sí, tampoco espere que en algún momento se podrá tomar una foto solo, sin nadie al fondo. Jamás. Quiere una foto solo, haga photoshop o mire al cielo y dé click, con tanta gente es poco probable que logré captar en la cámara la belleza del lugar. Mejor respire, observe y deleítese con la belleza del dorado, el rojo, el verde y el azul que predominan por doquier. Escúchelos hablar aunque no entienda. Eche a volar su imaginación con todo lo que vea, no juzgue, solo mire y sienta y, a veces, también tápese la nariz porque los olores de baño son bastante recurrentes en algunos espacios.


La aventura ha sido maravillosa. Regresé de China extasiada, un poquito cansada y con jetlag, pero nada que unos buenos tacos no puedan curar. China cambió mi forma de ver la vida, el mundo, a la gente, la educación, todo. Incluso cambió mi gusto por la (mal) llamada comida china que ofrecen en México, tanto que estoy dispuesta a no probarla en un buen rato. China cambió mi forma de entender al occidente y su imperialismo voraz. En China el respeto a las tradiciones es sustancial. Todas las acciones son ceremoniosas y tienen un sentido de ser y estar para su cultura. Son increíblemente amables y bondadosos. Acá en México jamás esperaría que una persona se detuviera en plena calle, sin entender mi lengua intentara ayudarme a tal grado de facilitarme su celular y dejarme marcar o escribir cosas para orientarme. No sé a ustedes, pero yo jamás me he encontrado con alguien así de solidario y yo tampoco lo he sido. No me atrevería. Allá, fue algo que ocurrió con frecuencia. Son medio mal humorados, no tienen mucha paciencia -o más bien la tienen pero nosotros somos medio desobedientes y creemos que podemos hacerlo siempre a nuestra manera, pero son extremadamente solidarios. Hay muchas cosas más que puedo decir mi viaje a China, a mí simplemente me cambió la mirada y el pensamiento respecto a todo. Son muy espirituales y eso me hizo mirar más dentro de mi y no apartarme de lo que creo. Son muy disciplinados, cuando es hora de comer se come, no se platica. Cuando es momento de platicar, se platica y se chacotea sabroso, pero para todo hay tiempo y espacios. En los parques uno se recrea, para eso es un parque ¿no?, hay gente corriendo, bailando, cantando, leyendo, niños jugando por doquier, madres orando o haciendo yoga, adultos mayores bailando al ritmo de sonidos que enchinan la piel. Los parques están llenos de vida y son un cachito de paz en medio de esa selva de concreto. Los templos son muy ceremoniosos y pacíficos. Los centros comerciales son para negociar y de a verdad. Muy comunistas y lo que sea, pero el capitalismo se vive en su máxima expresión. Eso sí, si usted comienza a negociar o pregunta el precio de algo es porque está interesado en llevárselo. Si solo está mirando le aconsejo que no pregunte, de lo contrario su negativa para comprar irritará a las afanosas vendedoras. Igual, si va a tomar té, no se le ocurra hacer caras ante un sabor poco agradable, aperture sus sentidos para experimentar sensaciones nuevas. Goce, como yo he gozado y aprenda.

*Nos seguimos, nos leemos...
Mi cumpleaños está cerca y mi próximo viaje también. Ahora tocó ir a las ciudades con "C".

jueves, 1 de octubre de 2015

Sueños

Acabo de revisar el blog, ¡¡¡hace casi un año de mi última publicación antes de hoy!!!
Recordé el momento exacto en que ésta fue manufacturada, esa sensación de nudo en la garganta volvió a mí. Afortunadamente he tenido la oportunidad de encontrarnos en otros momentos, no tan constantemente como a veces anhelo. Nadie lo sabe, pero a veces sueño con los cinco juntos en un gran espacio abierto. No conozco el lugar, juro que nunca he estado ahí, pero despierto con la sensación de que mientras nuestros cuerpos reposan, nuestras almas salen a divertirse y encontrarse por el universo...
Un sin fin de situaciones han transitado por nuestras vidas desde aquellos tiempos. Algunos adornos se han añadido a nuestros cuerpos, estos se han ensanchado o encogido según el vaivén del tiempo; también hemos descubierto nuevos lugares, sabores y personas; algunas veces hemos llorado y otros lo han sabido, muchas más solo hemos callado y la noche ha sido testigo de nuestro desazón, nuestro dolor o nuestra pena, ¡vaya! según sea el caso. Quizá hemos tenido que afrontar batallas internas que han desatado los veintiún mil demonios que llevamos dentro, quizá hemos encontrado la paz en alguna especie de terapia personal -el running, la lectura, la costura, la comida, las salidas con los amigos, las vueltas a casa, los cómics. Hemos sido tan distintos desde la última vez, pero no demasiado para seguirnos encontrando por las múltiples vías que la modernidad nos ofrece y amarnos tanto como siempre.
Ohana siempre está contigo, jamás te abandona, mucho menos te olvida. Los amo infinitamente familia.

*nos seguimos, nos leemos

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Hace algún tiempo

No recuerdo cuándo fue, exactamente, la última vez que ingresé a este espacio para escribir algo. El mensaje atento de algunas de mis alumnas, sugiriéndome ingresar a sus "nuevos" blogs para comentar sus entradas, me recordó que yo tenía un espacio similar.
Y heme aquí, después de algún tiempo, regreso con renovadas ideas. Mucho ha pasado, en todos los sentidos, desde aquél tiempo. Me mudé de casa dos veces dentro de la misma ciudad; lloré y me desesperé porque el doctorado a veces no es como uno lo planea; he sonreído y amado en el aula de clase a mis estudiantes, aunque en otras ocasiones he querido ahorcarlos porque son lo suficientemente gelatinosos como para creerse merecedores de mejores moldes. Una cuestión de posmodernidad.
Mi historia en estas nuevas tierras ha tomado un rumbo, se escribe día con día.
Ayer por la tarde me reencontré por segunda ocasión en este año con una gran amiga que conocí en la maestría; cuando charlábamos acerca de nuestras personas en común y lo que ha pasado con ellas también caímos en la cuenta de que el tiempo pasa, y pasa rápido, en ese transe parejas se han separado, otras han comenzado su historia, pequeños y pequeñas han llegado para hacernos más felices, nuevas personas se han incorporado a nuestra vida para compartirse y recordamos que los detalles son más valiosos que grandes metros de tela. Dialogamos largo rato sentadas en una mesa pequeña de la zona de comida en una plaza del sur de la ciudad de México, sigo amando esa ciudad aunque su tránsito pesado me dé jaqueca. Ahí sentadas también recordamos buenos, muy buenos tiempos de la maestría, yo aporté con las fechas, en las que la memoria casi no me falla; ella aportó con los diálogos y aquello que nos causó risa.
En ese recuento de relatos también consideramos la posible locura de algunos y algunas buenas personas cercanas a nuestra vida, y con ello la interrogante constante de por qué solemos complicarnos tanto la vida. Ella me contó de sus últimos viajes a sudamérica, yo le conté de mis próximos viajes a la república y el otro lado del mundo. Reímos, nos abrazamos, compartimos más tarde la inconformidad del empate de Argentina a México en el partido amistoso de fútbol. En fin, pasamos un muy buen rato.
Mientras escribo estas líneas me dirijo, como cada miércoles, de vuelta a casa. Como diría una amiga sonoroense "me devuelvo", y sí, al final eso hago. Me voy y vengo con las únicas dos cosas que son mías, completamente mías en esta vida: mi cuerpo y mis pensamientos. Lo demás está compartido con otros. La memoria me recuerda que este asfalto lo conozco hasta con los ojos cerrados, lo he transitado tantas veces en los últimos cuatro años que podrían regalarme hasta 10 boletos por los kilómetros recorridos. Lástima que ninguna línea de autobuses recompensa estos sacrificios.
Hace algún tiempo, cuando era pequeña, muy pequeña en realidad, pedí al cielo un trabajo que me hiciera feliz, un trabajo en el que yo pudiera hacer lo que más me gustaba: viajar y conocer personas. Bien dicen que el universo conspira de formas bastante extrañas para darte lo que pides, con los años creí que mis gustos se había transformado, pero caigo en cuenta de que no ha sido así; tengo lo que anhele y mucho más. Soy feliz con mi trabajo, soy feliz con lo que hago, aunque esto de viajar a veces resulta bastante cansado.
Mi madre, que hace unos días estuvo de visita con nosotros junto con mi papá, siempre me decía que me seguiría hasta el fin del mundo, sé que cada día, en donde me encuentre, ella está conmigo. Me llevo sus ojos azabache penetrantes como los rayos del sol que de niña me decían exactamente qué quería que hiciera y hoy me dicen que me levante, que sea fuerte, que siga y luche porque puedo hacerlo. Me llevo el tono de su voz dulce y armonioso, lleno de amabilidad y de caricias; me llevaré sus brazos para cuando quiera reposar. Viajaré ligera en lo material, pero siempre, siempre viajo cargada de emoción.

*It's been a long day.. and I'll tell you all about it when I see you again...

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Contigo en la distancia

De nuevo estoy de viaje. Como en los viejos tiempos, como hace no tanto, antes de que mi vida cambiara de rumbo y de estado. Según el mapa estoy cruzando parte de la sierra del estado de Hidalgo que colinda con México. Mientras escribo escucho O’Childre de Nick Cave y pienso en lo mucho que se movió durante estos tres días dentro de mi.
A veces la distancia pesa. Estar lejos duele, incluso cuando la vida te trate maravillosamente bien, hay personas, pocas personas diría yo, que son indispensables en la vida. Extraño a mis hermanos, ambos varones menores que yo, mucho más de lo que había podido concebir en mis 26 años de existencia.
La vida ha sido bella conmigo, me ha dado mucho más de lo que soñé, pedí y merezco, pero sé que tengo lo que necesito. Pero también, esta Señora dadivosa me tendió una trampa en la que caí fácilmente, me ha privado durante años de disfrutar del lazo de sangre más sublime y excelso que pueda existir.
Me privó de verlos crecer durante una de las etapas más difíciles del ser humano, la adolescencia. Cada que la escuela y los recursos me lo permitían yo huía de mi ciudad “adoptiva” con dirección a mi hogar, so pretexto de estar con mi familia, cuando lo que más disfrutaba era estar con “ellos”. Los tres encerrados en el cuarto jugando videojuegos o viendo nuestras películas favoritas. A veces era poco el tiempo, y la diferencia de edad y género quizá, fue una suerte de “barrera”, en algunas ocasiones, para disfrutarnos mucho más.
Ellos siguieron creciendo y yo también seguí mi propio camino. Desde la distancia y por teléfono los incitaba en todo momento a que me visitaran, a que me eligieran como destino “vacacional”; generalmente, no dudaban mucho y aceptaban la propuesta. Entonces, cual agencia de viajes, me dedicaba a buscar para ellos diversas actividades que pudieran serles útiles, recreativas y de su agrado, desde clases de cocina para aprender a hacer pizza, cursos de verano y recorridos por la ciudad.
Siempre se han quejado de que soy regañona y mandona, lo acepto lo soy. En el fondo mi intención ha sido que no sufran, que aprendan y que valoren lo que tienen. Ahora ya están sobre el camino y comienzan a darse cuenta que construirse y aferrarse a lo que uno anhela no es tan sencillo como parece. Y eso nos ha llevado a estar en tres lugares diferentes.
A veces pienso que también la vida me privo de la oportunidad de que, más allá de que me vean como su hermana mayor, me consideren su amiga, su cómplice, su compañera en esta vida. Más allá de que me tomen como ejemplo por lo que he logrado, que sepan que también he cometido un chingo de errores, que he llorado, que me arrepiento de cosas y que los extraño.
Me encantaría que estuviéramos en la misma ciudad, ellos estudiando lo que desean, yo trabajando en lo que me gusta. Que los fines de semana pudiéramos ir al cine, a bailar o a tomar, conocer a sus amigos y amigas, y que conozcan a los míos. Sentarnos a ver la televisión en las noches, y contarnos cómo nos fue a lo largo del día. Que en esos días en que uno necesita un abrazo o un jabón de orejas pudieran estar ellos ahí, para dármelo.
Ayer me sentí pequeña, tenía tantas ganas de que mi “hermanito” me tomara de la mano y me guiara por esa ciudad, que ahora es suya, como cuando yo lo tomaba a él cuando era pequeño. He tenido ganas de tomar el autobús y regresar a la ciudad de las flores, y pasar el fin de semana con mi otro hermano, ahí nomás a ver qué sale.
Mi madre se ha empeñado, y con justa razón, en estrechar nuestros lazos, en que nos mantengamos comunicados, en que sepamos que nos tenemos uno al otro. creo que implícitamente eso lo sabemos, no lo olvidamos, aunque en ocasiones lo parezca.
Solo sucede que la distancia nos juega en el lado contrario, y resulta complicado querer ganarle. No obstante, la academia también aporta a las cosas personales. A mí me permitió cenar con mi hermanito, estar cerca de él dos días esta semana. Fueron contadas las horas, debido a sus actividades y a las mías, pero ambos nos hicimos espacio para convivir y compartir, al menos al anochecer, los alimentos y las palabras que debíamos decirnos. Extrañamos a nuestro hermano “sandwich” que siempre nos hace reír a montones.
Sé que también la vida es indulgente y compasiva, y me concederá la dicha de estar con ambos como en los viejos tiempos. Ayer, martes, no quería que anocheciera, deseaba que se detuviera el reloj, que se extendiera el día. Recorrí sus pasos cotidianos a su lado y escuché con el alma todo lo que quiso compartirme. Conocí el espacio en donde descansa cada noche después de sus actividades diarias y, mientras esperaba que volviera de su cuarto, pensé en mi Flakito también en su espacio “de descanso” y sus brazos peluditos que le gustan apretarme.
Todavía tengo muy fresca la imagen de mi hermano diciéndome adiós, parado junto a la puerta de entrada, yo mirando a través del cristal trasero del taxi. Lloré toda la vuelta hasta el alojamiento en donde mis compañeras me esperaban, pidiendo al cielo que lo cuidara de alba a alba.

*Mirando por la ventana un cúmulo de nubarrones grisáseos se asoman en medio de la luz tenue del atardecer, el espectáculo que me acompaña en este viaje es sencillamente maravilloso. El reflejo de la luz solar provoca un "espejismo" con los árboles del cerro de tal forma que pareciera que hay un incendio. Ojalá sus ojos pudieran verlo.

lunes, 24 de febrero de 2014

Y después de tanto


Aquí estoy, sigo presente aunque me ausente. Ha pasado un tanto de días desde la última vez que me senté a escribir en este espacio. Un sin fin de actividades y de ratos de ocio me han impedido hacerlo. No es una disculpa mucho menos una excusa, son las circunstancias del cotidiano vivir y adaptarse al nuevo estilo de vida.
Mientras tanto, me casé, entré al doctorado, comencé a trabajar en la Universidad pública del estado, me mudé de ciudad con todo y muebles pero dejé las cosas inservibles para este nuevo viaje, visité junto con él el corazón de una sierra virgen y fecunda, llena de misterios y cosas asombrosas; también visitamos el parque de Mickey y nos subimos a la rueda de la fortuna. Festejamos un año más de vida, fuimos a bautizos de los hijos de amigos, organizamos carnes asadas con otros y para nosotros solitos, pasamos navidad en nuestra casa y después con los padrinos, fuimos a nuestra tierra una semana y nos dimos cuenta que es insuficiente ese tiempo para hacer todo lo que queremos, y volvimos de vuelta con nuevos proyectos: Un equipo profesional de basketball, un seminario permanente de investigación, tareas y responsabilidades en la Universidad y el deseo imprescindible de acompañarnos con amor en todo ello.
Viajando refrendamos nuestro amor, con la visita de mis primos y al compartirles el video y las fotos de la boda, nuevamente recordamos el momento en que ambos dijimos sí. Y ese momento data de hace ya casi tres años. Tres años (casi) desde que nos conocimos, a causa de una boda, y ambos nos dispusimos a dejarnos llevar por la vida y sus delicias. Desde entonces todo dio vueltas a la velocidad de un torbellino y nos transformó, nos liberó y nos arrastró a una bahía de sorpresas.
A veces yo, en mis charlas internas, continúo preguntándome por qué nos conocimos así -tan de prisa y una tarde fresca de verano-, por qué hasta ese momento y no antes -si geográficamente estábamos cerca y nuestras familias tenían relación, por qué, por qué, por qué... ¿Acaso es una broma divina? Y me convenzo a mí misma que es el destino. Justo ese día los planetas se alinearon y confabularon para que lo mejor de nosotros saliera a escena y creara un lazo tan fuerte que no pudiera quebrarse pese a la aparición de nuestros demonios, la distancia inicial, la heterogeneidad de nuestros gustos y preferencias, y las preguntas curiosas de gente cercana.
Parecía que todo estaba en contra nuestra y la realidad es que cada movimiento del universo propició la estrechez de nuestras almas, aunado a que los latidos de nuestro corazón dictaban que éramos lo correcto para ambos, porque se sentía bien el estar juntos, se veía luminoso el panorama y porque aprendimos en el camino, sobre la marcha, a traducir nuestras miradas y comprender nuestras palabras. Nos enamoramos irrevocable, profunda y conscientemente uno del otro.
Estos meses de matrimonio han sido el preámbulo de lo que queremos juntos, de lo que hacemos juntos y lo que somos juntos. Ya no hay más individualidades egoístas, hay un pensamiento colectivo, porque como él me dice siempre "somos un equipo", más allá de las buenas y las malas, estamos juntos en los proyectos que emprendemos y la opinión del otro siempre es importante, no para avalar, sino para acompañar. Así lo hemos hecho no desde ahora, sino desde que nos conocimos y ese fue un "arreglo" inconsciente mutuo. Nos gusta, nos hace sentir bien y nos funciona.
Además, nutrimos nuestra alma constantemente, con risas y sorpresas, con lágrimas y palabras tensas, con oración y obras buenas, con jugo de naranja en la mañana y tacos cada quince días para la cena. Él es mi mejor amigo, mi espejo, mi compañero, mi esposo, mi mal humor y mi resaca, mis sonrisas y alegrías, él es lo último y lo primero que me inspira y me motiva. Él es mucho más de lo que desee, lo que incluso pude soñar o me atreví a pedir al cielo; él es el receptor de mi poesía y de mi alma. Él me pinta de colores y llena de flores mi casa.
Mientras escribo esto sonrío y aunque siempre me está diciendo que "ya no le escribo como antes" -lo cual no es del todo mentira- cuando pienso en él, pienso en la inmensidad del cielo, tan alto que parece inalcanzable, tan claro oscuro que no se le ve fondo, tan ancho que parece no tener fin... y entonces Frida y Pellicer lo dijeron perfectamente en la invención de un nuevo verbo que aplica para él: "Yo te cielo, porque extiendo mis alas para amarte sin medida". Así con él, yo lo cielo en realidad.
Y después de tanto, pues aquí seguiré dejando los dictados de mi ser plasmados en este espacio virtual, pues resulta más fácil y rápido escribir tecleando que tomando el lápiz.

*El fin de semana: Una vez más los planetas se alinearon y confabularon para evocar imágenes del pasado. No fueron desagradables en un sentido molesto, pero me di cuenta que su llegada me pareció irrelevante.




jueves, 22 de agosto de 2013

De paso

Dos bellas imágenes que me encontré hoy por el fb.

La primera, un compromiso grande y fuerte con uno mismo y con el otro.



La segunda imagen me recuerda que si tengo alas es para volar, si tengo pies es para caminar. A cada cual su debido uso.


Nos seguimos, nos leemos.

martes, 16 de julio de 2013

No sabía cómo decirlo

Una vez cuando Yaneli me preguntó por qué estaba enamorada de ti, además de poner cara de -¡qué tipo de pregunta es esa?- me quedé callada un rato, pensando. Después de una larga charla sobre otras cosas le contesté -ese hombre, llegado de no sé dónde, derribó mis muros.

Ella y Chayo, que también estaba ahí, se me quedaron viendo en silencio y fijamente a la cara. Yo me sonrojé, bajé la mirada y sonreí,
- sí, creo que por eso me enamoré de él, hace trizas mis esquemas, me saca de quicio... pero acelera mi corazón, me obliga a ver dentro de mí y controla mis malos humores no sé cómo.

Cuando terminé de decir todo esto y alcé la mirada sólo me veían, calladas y con una leve sonrisa. No me lo dijeron con palabras, pero ese momento me dijo que eso era justo lo que yo necesitaba, TU LLEGADA.
Después de un rato, como mis amigas son bien burlonas de romántica y cursi no me bajaron, pero cuando nos despedimos Yaneli me dijo:
- Karenina eso sólo llega una vez en la vida y llega siempre de manera inesperada, déjate llevar amiga.

Eso fue hace mucho tiempo, como un año, pero lo recuerdo bien porque son de esas pláticas que a uno le mueven muchas cosas. En ese transcurso de tiempo ha pasado mucho, he aprendido de ti, te he conocido más y también me he enamorado mucho más, nos comprometimos, comenzamos a planear una boda, nos cambiamos de casa, y prácticamente de vida, y estamos cerca de decir sí definitivamente. Aunque sé que no necesito llegar ni al altar ni al registro para decir que tú eres mi presente y mi futuro.

¿Cómo recordé todo esto que te estoy diciendo? Ayer en la noche que estaba platicando con Xóchilt, me compartió una imagen porque a ella le pareció muy acertado, pero también difícil de encontrar, lo que la imagen decía.
Cuando terminé de leerla dije -sí, justo eso. Eso eres tu.

Ahora sí sé como decirlo, tu eres mi espejo.



**Copia textual del e-mail que le envíe a mi novio esta mañana.
*Nos seguimos, nos leemos :)

viernes, 14 de junio de 2013

Esas frases memorables

Ayer por la noche vi un programa en donde, con motivo de la festividad al padre del próximo domingo, las conductoras se invitaron a pensar en las "frases célebres" de sus papás, esas que marcaron su vida y su forma de ver el mundo. También, en algún momento una de ellas comentó -los padres no siempre tienen la razón-, y sí, ella tiene razón en un cincuenta por ciento, porque en el otro, los padres, como el resto del mundo, hablan desde su experiencia, desde lo que a ellos les tocó vivir o sufrir. Como dice el dicho "cada quien habla como le va en la feria", y es por eso, que en más de una ocasión, ellos nos recuerdan las máximas de la vida.
En mi caso, puedo decir que aunque mis padres, ambos, no siempre tienen la razón, aunque se ennecian con tal de demostrar que sí, regularmente lo que me dicen ha sido aplicable en diversos momento de mi vida o, incluso, de la vida de personas que me rodean muy cercanamente. Por eso digo que sí tienen razón, "más sabe el diablo por viejo que por diablo", los años le dan a uno aprendizajes y experticia, los acontecimientos nos llenan de conocimiento y destreza para desempeñarnos en la vida diaria, si logramos aprehender algo, por muy pequeño que sea, de todo lo que nos sucede, entonces se convierte en una experiencia, buena o mala, eso no importa, pero queda almacenado en nuestra memoria. Si nos ponemos listos, en una segunda o tercera ocasión que suceda algo similar, aplicaremos aquello que aprendimos, si nos gana el corazón -porque regularmente eso sucede- entonces es momento de re-aprender la lección. Remasterizamos, reafirmamos nuestra destreza en la vida.
Y mientras las conductoras una a una iban contando lo que sus padres, hombres, les decían, yo recordaba con mucho cariño y, algunas veces, con una sonrisa, lo que papá y mamá me habían dicho durante tantos años y, que aun por el teléfono, me siguen diciendo. Ellos no dejan de aprender y a sus años me siguen compartiendo cómo han cambiado su perspectiva respecto a algunos actos humanos, o cómo han confirmado aquello que improvisadamente suponían a su corta edad. Y pienso que lo mismo me sucederá. Con el pasar de los años, y dependiendo cómo me vaya en la feria, yo transmitiré a mis hijos toda esta sabiduría popular. Así como ellos lo hicieron de sus padres a mí, o quizá de sus tíos o alguna persona especial.
Creo que todos tenemos la posibilidad en convertirnos en pequeños Budas, pero si eso de reflexionar acerca de lo que pasa en nuestro interior y exterior no se nos da, pues seguramente tenemos, cerca de nosotros, a un Pepe Grillo amigo. Estoy segura de que siempre hay alguien que nos previene de cometer algún error, hacer las cosas de manera incorrecta o de evitarnos sufrimientos o momentos amargos.
De las frases de mis padres, recuerdo todos los días dos: "step by step" (paso a paso), y "lo que se siembra se cosecha". Estas frases son eje en mi vida, a diario me las recuerdo, hasta inconscientemente, que todas las cosas vendrán en su debido momento y paso que de debe ser consciente de los frutos que dará en un futuro, nada es gratis, se debe luchar por lo que se quiere. Mis padres me enseñaron eso, y mucho más, pero este cachito es el que formó mi carácter, el que día a día me recuerda que si todavía no sé exactamente mi misión en este mundo, no debo correr por descubrirlo, con ir paso a paso bastará; y todo por lo que trabaje hoy, frutos dará a su debido momento.

Les diré a mis hijos: "Yo conocí dos viejos sabios, que me decían..." y entonces el sermón comenzará. Nos seguimos, nos leemos.


lunes, 10 de junio de 2013

Caldo de pollo...

Hoy por la mañana está totalmente nublado. El aire que corre es frío, y el árbol que está frente a la casa no ha dejado de tirar esas bolitas amarillas que se esparcen, cual alfombra, por todo el piso de enfrente.
Además, como ayer por la noche hubo una torrencial lluvia, hay pequeños charquitos de agua por doquier. El día parece lindo, tanto que se antoja un caldo de pollo con sabor a casa, cien por ciento natural. Y como hoy es mi último día aquí, consentiré a mi amado con ese sabor que tanto le gusta.
Los ingredientes ya los saben: pollo, agua, cebolla, ajo, hierbabuena, cilantro y verduras (zanahoria, apio, papa y calabaza), pueden agregar chayote pero, como a mí no me gusta, lo elimino de la lista.
Ahora bien, la preparación. Primero lavamos el pollo retirando los excedentes de grasa que tiene en las articulaciones y, si deseamos, retiramos también la piel. Asimismo, lavamos todas las verduras y hierbas que utilizaremos.
Yo prefiero cocinar la zanahoria y la papa con cáscara, pero si desean pueden retirarla. Picar en trozos de 5 cm; partir la cebolla en cuartos y el ajo por la mitad. Las hierbas, sugiero hacer un atado de 5 ramitas de hierbabuena y 3 de cilantro, la cantidad de ramas depende del sabor que quieran que predomine, y recuerden que el cilantro es más escandaloso que la hierbabuena.
una vez que tenemos todo preparado, en una cacerola de buen tamaño calentar y poner unas gotas de aceite, sólo para que no se pegue lo que pondremos a sofreír que es, primero, el pollo con un sellado rápido y retirar, y después las verduras picadas junto con la cebolla y el ajo. Eso para que los sabores de nuestros ingredientes se impregnen fácilmente al caldo. El pollo, como lo dije, es un sellado rápido (colocar, voltear y retirar), las verduras tienen una cocción más tardada, aproximadamente unos 2 minutos y, cuando comienzan a reforzar sus colores, es momento de colocar el agua, de preferencia al tiempo.
Agregar el pollo, y dejar cocer a fuego medio durante una hora. Cuando comienza con el primer hervor debemos incorporar nuestro atado de hierbas y un poco de sal para sazonar. La sal no debe colocarse antes pues, como los ingredientes no están bien cocidos, corremos el riesgo de salar demás pues el sabor, en el primer hervor se desvanece; además, el cloruro de sodio retrasa el tiempo de cocción.
Después de esto podemos bajar el fuego, y dejar que de un segundo hervor, y después de asegurarnos que el sabor está perfecto retiramos del fuego. Después de esto, yo retiro los excedentes de cebolla, ajo y las hierbas para evitar que "vayan de contrabando" al momento de servir.

También haré un arroz blanco -mi favorito-, para ello ocuparemos dos tazas del caldo de pollo que acabamos de hacer, por cada taza de arroz. Ojo, la medida debe ser más o menos exacta, todo depende del tamaño de la taza y de las porciones que quieran hacer. Por ejemplo, para dos personas yo preparo dos puños -de tamaño mediano- de arroz, y calculo más o menos 500 ml. de líquido.
El arroz, después de limpiarlo, lo lavo con agua fría y lo coloco en un traste con agua caliente. Lo dejo así aproximadamente una hora, después de este tiempo lo escurro y dejo secar al aire libre (si hay sol, aprovechen a dejarlo bajo los rayos del sol).
Para prepararlo, en una cacerola pequeña, coloco un poco de aceite de oliva y cuando está caliente incorporo el arroz, muevo -de preferencia con una palita de madera- al rededor del cacerola para que se fría y cuando éste cambia a un color dorado opaco, incorporo el líquido (sugiero que esté muy caliente), bajo el fuego y tapo.
Como referencia, cuando incorporamos el caldo, este debe tapar por completo el arroz que está en la cacerola, como si quedara "nadando". De esta manera, a fuego lento, el arroz absorberá todo el líquido y, quizá posteriormente, sea necesario agregar sólo un poco más de líquido. ¿Cómo saber si es necesario? Después de unos 25 minutos de cocción a fuego lento, verificamos con una palita de madera al rededor de la preparación -debe ser en el contorno de la cacerola porque así evitamos "batir" la preparación o romper los granos de la misma-. Si la preparación está se separa con facilidad del recipiente está listo, aunque también es recomendable retirar un granito y probar su consistencia. En caso de que la preparación todavía se muestre "húmeda", debemos esperar unos minutos más, o, por el contrario, si parece seca y el grano aún duro, incorporamos media taza de caldo y volvemos a tapar durante 5 ó 6 minutos aproximadamente, no más.
Y listo, queda un arroz lindo, nada batido, de un buen color y, según mi novio, con un delicioso sabor -tanto que cada que hago se sirve hasta 3 platos, lo cual me satisface mucho. Si queremos agregar alguna verdura a nuestro arroz (chícharo, zanahoria, elote o trozos de molleja de pollo) es importante que esté previamente en una cocción de 3/4 y picado -a excepción de las mollejas que sí deben estar totalmente cocidas-, listo para incorporar en el momento en que el arroz se está friendo, es decir, antes de agregar el líquido.

Y la comida está lista. Hacer caldo de pollo es súper práctico y facilita la cocina en días posteriores, cuando preparo hago bastante (bueno, lo suficiente para dos) ya que, además de utilizar parte del caldo en la preparación del arroz, también lo utilizo para hacer sopa de pasta, caldo tlalpeño o algún guisado con chile. Las verduras, si no las comemos en consomé, las ocupo para una crema de verduras, que queda deliciosa, y el pollo -dependiendo la cantidad de piezas- me sirve para hacer tacos dorados, enfrijoladas o enchiladas, tortas de pollo, o un guiso para empanadas o tostadas. ¡Súper práctico, optimizable y barato! Además de saludable.

Me voy a la cocina, nos seguimos, nos leemos.

*buen inicio de semana

jueves, 6 de junio de 2013

Filosofía filosa



A veces las cosas a las que nos aferramos no son tan importantes
como aquellas que dejamos ir...





Lo que una persona puede hacer por ti
tiene límites;
y hasta donde puede lastimarte
también.




Estoy a dieta de:
-pensamientos negativos,
-lo que me quita la sonrisa de la boca,
-críticas destructivas,
-personas con mala vibra, y
-lo que me impide disfrutar la vida.





Cuando se tiene el hocico muy grande
seguramente es porque se tiene la cola muy corta.






Callar no siempre es otorgar,
a veces es más inteligente que seguir discutiendo
con personas necias.







No es casualidad, es el destino.
Y, en ocasiones, el destino tiene buen sentido del humor.







*Camino a mi "otra casa", un poco de lo que se ocurre en estos días, según el acontecimiento o según mi estado de ánimo.



lunes, 3 de junio de 2013

YOYO's are ready!!

LA TERMINE!!!!!!!!

¡Estoy muy, muy emocionada y contenta! Uno de mis propósitos de año -del año pasado, por cierto- está concluido. Hubiera querido cumplir en tiempo y forma, pero otros deberes me lo impidieron.
Pero bueno ya quedó, y se ve hermosa, y seguramente lucirá muy linda en nuestro nuevo hogar. Tiene una combinación poco convencional pero que va muy bien a la temporada y, casualmente, sólo casualmente, son mis -nuestros, también de él- colores favoritos.
Son más de 250 yoyo's de 10 cm de diámetro, para hacerlos utilicé varias telas de algodón, aproximadamente de cada yarda me salieron de 16 yoyos de 20 cm de diámetro. Para cortarlos me ayude de un cortador en compás que mi mamá me prestó, esto facilitó mucho la primera tarea pues, de lo contrario, hubiera tenido que marcar uno por uno y después cortar manualmente con tijera. ¡qué bueno que existen tantas tecnologías para bordar y costurar!
El hilván de cada yoyo lo hice con hilo de algodón blanco, a excepción de aquellos colores que requerían uno más oscuro, después de hacer cada yoyo, los conté y armé grupos de 4 para hacer los cuadros. Ahora ya no recuerdo cuantos cuadros me salieron, creo que son 7 horizontales por 12 o 14 verticales; la unión de los cuadros, igual a mano, fue hecha con el mismo hilo blanco en puntadas pequeñas para que no se vean. Para ocultar la puntada de cierre puse frente con frente -de cada yoyo- y cocí en el extremo de tal manera que al voltearlo quedara por atrás.


Esto comencé a hacerlo a mediados de enero de este año, recuerdo que el superbowl lo vi mientras hacía yoyos, uno tras otro. Para entonces, ya tenía cortados todos mis círculos (que parecían tortillas gigantes). En marzo comencé a hacer los cuadros por colores, y en mayo decidí el diseño que le daría a mi colcha, para facilitar el trabajo -y con la experiencia que ya tenía con mi camino de mesa de yoyos que hice, cocí primero las hileras horizontales y después uní verticalmente.

Me sobraron 4 yoyos de dos colores -azul y violeta-, estos los utilizaré para decorar las fundas y, junto con mi mamá, decidimos que la colcha multicolor la uniremos a un edredón blanco para que luzca mucho más. ¡no puedo esperar a ver su final remasterizado!
Mientras, muy hermosa, aquí está mi colcha terminada en mayo de 2013.


En la esquina de la foto pueden ver a mi linda Camila, muy quietesita posando para la foto como siempre.

*Nos seguimos, nos leemos.

miércoles, 24 de abril de 2013

Preguntas impertinentes

La inspiración ha vuelto a mí. Más bien, después de despejar mi mente un rato, holgazanear cual infante a los 4 años sin preocupación alguna y entrar en la crisis existencial provocada por el pos-parto, es decir, el término de mi tesis de maestría, pues uno vuelve a la chamba, a la esencia de la vida.
Estar de nuevo activa, muy activa, hablar con gente diversa todos los días en la calle, en los cafés, en cualquier parte de la ciudad, y además, el contacto con los estudiantes adolescentes, pues bueno, pone al cerebro a trabajar y pensar muchas cosas.
Mis ocupaciones están divididas en dos: el trabajo y preparar mi ingreso al doctorado, lo cual me emociona mucho; y terminar de organizar mi boda con un hombre lindo en verdad, el proyecto más importante en mi vida. Inicialmente, aunque yo no quería una "gran fiesta", es más no quería absolutamente nada, la dulzura y emoción de mi novio me convencieron de que es un evento único en nuestras vidas y que vale la pena ser festejado con todo, todo lo que nosotros queramos y todo lo que esté a nuestras posibilidades, por supuesto.
De esta manera, desde hace casi ocho meses hemos planeado los detalles más espectaculares para el gran día, comenzamos por acordar el día, el lugar, dónde sería la celebración y, posteriormente la recepción, quién oficiaría la misa y quiénes serían nuestros padrinos. Una vez que tuvimos eso, que creímos más importante, dimos un breve descanso para que, al comenzar el año, los pendientes, que considerábamos mínimos, fueran lo de menos. Sin embargo, ¡nos equivocamos! cada vez salen más y más detalles, que si el color de esto, el arreglo de aquí, el horario para no sé qué, quién entrega aquéllo, etcétera. Pero bueno, la verdad es que es un proceso que ambos hemos disfrutado muchísimo y del cual hemos aprendido y ha servido, de paso está, para conocernos más y mejor.
En algunas cosas creo que mi novio me da el avión totalmente, siempre me dice -como tú quieras amor-, pongo cara de pocos amigos y comienzo el reclamo -si te estoy preguntando es porque quiero que me ayudes a decidir- y me vuelve a decir lo mismo acompañado de un beso enorme en la mejilla. Después de eso lo que diga, lo que sea que diga está demás. Y claro, no puedo poner jeta alguna ante su dulzura descomunal.
En general, juntos hemos acordado la mayoría de las cosas, desde las invitaciones, el diseño, el color de las mismas, hasta lo que será mi ramo para entrar muy linda camino al altar. Las invitaciones sólo puedo decir que ¡QUEDARON PRECIOSAS! con los detalles y colores justo como los quería, la letra súper elegante, el texto formal pero "free", y nuestro sello -diseñado por mi novio- para cerrar el sobre. Bonitas, elegantes, sencillas y con un aire vintage. Justo como las quería.
Una vez que estuvieron listas pues la tarea ha sido entregarlas a los invitados, que por cierto son de todas partes de la república, de norte a sur, de este a oeste. Tendremos una boda muy cosmopolita. Al entregarlas he recibido, generalmente, comentarios que expresan que me conocen muy bien (-Muy estilo tu), comentarios como ¡Qué bonitas y elegantes! o del tipo de ¡Gracias!, sin una mueca. En verdad no espero que las vean como yo al recibirlas, llena de emoción que hasta tome como 10 fotografías. Y en realidad, lo único que quiero es que esa gente a la que estamos invitando nos acompañe en ese día especial o, sino pudiera asistir, nos avise.
Pero en una de las últimas entregas que hice sucedió algo muy fuera de lo normal, algo que no esperaría que me dijeran al entregar la invitación.

-Se ve que va a estar en grande, ¿verdad? (en un tono como de, cómo decirlo, cierta crítica mala onda)
Volteo, la miro a los ojos y muy serena contesto: Más o menos, como doscientos quizá- Veo en su rostro cómo levanta la ceja, con sorpresa y confirmando su sospecha de que sería UN GRAN EVENTO.

La conversación no termina ahí, sigue y sigue intentando que yo suelte la sopa de algunos detalles que no estoy dispuesta a revelar, ni allá ni aquí. Lo más "políticamente correcta" que me fue posible, evadí algunas de sus preguntas, contesté otras con sarcasmo -que ni se me da ja ja- y di fin a la conversación.
Pasaron los días, no hubo comentario más acerca del asunto. Pero hoy, justo hoy, el tema volvió. Su posición frente a mí la colocaba en el puesto perfecto para cuestionar, sentí como desde su garganta hasta su cerebro la pregunta "maquiavélica" se iba formulando hasta que su lengua fue capaz de soltarla:

-Oye, ¿y quién está pagando la boda?

Mi yo interior hizo una pausa breve, pero intensa de 1 segundo y pensó, además de reírse un poco, qué pregunta es esa. Muy segura de mí, volteo, nuevamente hice contacto directo con sus ojos y contesté:

-Pues nosotros.



Vi su cara de sorpresa, inmensa y enorme sorpresa que dibujó desde la frente hasta la barbilla, le había cortado completamente la inspiración, le había quitado las tijeras perfectas para cortar la tela, la saqué de su zona de confort, juro que si hubiera estado tomando agua se le atora en la garganta. Lo confieso, disfruté el momento, cómo su expresión se transformó orbitalmente de la curiosidad al desencanto, de las ganas, literal, de chingar al "¿ahora qué hago?". Como ratón atrapado en laberinto sin encontrar salida, y cual anime japonés, con la gotita detrás de su cabeza.
No ahondé en el tema, teníamos más compañía y viramos a cosas más interesantes para discutir en el momento. Sus prejuicios, idealismos o estereotipos acerca de mi persona, que confieso no pensé que tuviera pues me conoce (eso suponía), vinieron cuesta abajo.
No me iba a poner a explicarle las infinitas propuestas de ayuda que nos han ofrecido, ni quiénes nos apoyan con esto o aquello, o que mis papás o mis suegros o... lo que sea, no lo haré con absolutamente nadie. A nadie voy a rendirle cuentas, y menos si es de esa manera tan impertinente.
El suceso me dejó pensando un buen rato acerca de la percepción que los otros tienen de mí, del reflejo que proyecto al mundo con lo que digo, hago, pienso o comparto. Me invita a ser mucho, mucho, mucho más discreta y a pensar tres veces lo que diré. Definitivamente no invito a esta persona para que me pregunte cuánto costó el cubierto o el evento completo, si después de ir quiere calcular cuánto fue, bienvenido sea si eso le dará paz espiritual. Si va nada más a ver, que lo haga. En verdad que tengo especial afecto por ella, pero el respeto también se gana y esto, para mí, deja un poco que desear.
Me causa cierto desconcierto de que, otras personas que no esperé, celebran como niños cuando el tema de mi próximo casorio sale a la luz, y de quienes esperaba compañía, solidaridad y afecto me han dado respuestas variadas que van desde querer saber cuánto costará el evento hasta 'pos órale, chido por ti'.
Para mí es el evento que nunca esperé que la vida me regalara, es mucho más de lo que alguna vez soñé y de lo que ahora deseo. Estarán acompañándonos personas valiosas, valiosísimas y muy queridas, que han dejado huella profunda en nuestras vidas, amigos y familiares. Disfrutaré el día mismo y todo el camino que nos ha llevado hasta él con todo mi corazón, mi mente, cuerpo y espíritu completos.
La vida me ha dado cosas buenas y me quedo con eso.

*Au revoir, a+